Bona notícia! Ja hem recollit els 2.500,00€ que necessitàvem per pagar l'hospitalització i els medicaments d'en Munguibou, el nen que no caminava i que va ser operat de franc per metges europeus.
Us copio part de la carta que el Pare Jesús ens ha enviat perquè penso que explica millor que res la vida en un poblet perdut d' Àfrica, sense recursos i vivint al dia. Sembla que no sigui real i sí que ho és, i tant!
El Pare Jesús ha dit que ens enviarà fotos però que espera que arrribi un altre capellà perquè ell no entèn gaire com funciona això d'enviar fotos. Ja és gran i prou que fa, que tot el dia va amunt i avall, amb bronquitis i malària, recorrent pobles i visitant i acompanyant gent.
Quan les rebem ja us les posaré al blog.
Gràcies a tots els qui heu pogut contribuir a que aquest nen camini.
(Les fotos són de fa 8 anys)
Tuve la ocasión de volver a ver a Munguibou. Su abuela que le cuida, en cuanto me
vio, fue corriendo a su habitación y trajo un taca-taca, con el que Munguibou
anda solo. Se maneja muy bien con él. Es una pena que el aparato es para un
adulto y a el, le viene muy grande. Les dije si podían fabricar uno a su medida
y me dijeron que tiene que ser en hierro o madera y no tiene en los brazos la
fuerza suficiente para moverlo. Pronto, cuando se acostumbre a andar y coja bien
el equilibrio, le harán a su medida unos bastones ligeros, para que camine con
ellos. Los bastones le acompañaran toda su vida, pues de las rodillas para abajo
es zona muerta, pero andará de pies como un hombrecito, y no arrastrándose como
una serpiente. La abuela está como loca del progreso que ha hecho, y yo me venía
contagiado de esa alegría.
La alegría se convirtió en pena en pocos minutos. Continuando camino hacia mi destino, a 20 kilómetros del hospital camino de Buka, me llama la religiosa de Nikki a la que la semana pasada le había enviado un niño de cuatro años, con un grado de desnutrición muy grande. Me dice que el niño acaba de morir, que han hecho todo lo posible por salvarlo y que no han podido, que llegó un poquito tarde. Así la alegría se convirtió en pena.
Le dije que estaba en camino y que ya iba a llevar a la madre y al niño a su pueblo, a 15 kilómetros de Buka. Al llegar a Niki, la madre ni una lágrima, una cara de sufrimiento que contagiaba a quien le miraba. No quería tocar al niño muerto, porque estaba embarazada de siete meses y puede , según ella, consecuencias a próximo parto. La monjita cogió al niño envuelto en el paño de su madre y lo puso en los asientos traseros del coche, sujetado con mi bolsa de equipaje y alguna otra cosita que yo había comprado. En el viaje ni una sola palabra, ni una lágrima. De vez en cuando ella echaba la mirada hacia atrás para ver si el niño iba bien y su cara se volvía más tensa.
Al llegar a BuKa, el papá con un hermano nos estaban esperando. Los portables en África nos han facilitado mucho la vida. La madre se fue en la moto al pueblo. El papá, el catequista de Buka y yo nos fuimos en el coche y llegar no fue fácil, pues el coche es el hace práctica-mente el camino
Allí esperaba la comunidad. Ni una palabra, ni una lágrima, ni un grito: SILENCIO. Un silencio difícil de soportar. Así las alegrías se convierte facilmente en penas.
La alegría se convirtió en pena en pocos minutos. Continuando camino hacia mi destino, a 20 kilómetros del hospital camino de Buka, me llama la religiosa de Nikki a la que la semana pasada le había enviado un niño de cuatro años, con un grado de desnutrición muy grande. Me dice que el niño acaba de morir, que han hecho todo lo posible por salvarlo y que no han podido, que llegó un poquito tarde. Así la alegría se convirtió en pena.
Le dije que estaba en camino y que ya iba a llevar a la madre y al niño a su pueblo, a 15 kilómetros de Buka. Al llegar a Niki, la madre ni una lágrima, una cara de sufrimiento que contagiaba a quien le miraba. No quería tocar al niño muerto, porque estaba embarazada de siete meses y puede , según ella, consecuencias a próximo parto. La monjita cogió al niño envuelto en el paño de su madre y lo puso en los asientos traseros del coche, sujetado con mi bolsa de equipaje y alguna otra cosita que yo había comprado. En el viaje ni una sola palabra, ni una lágrima. De vez en cuando ella echaba la mirada hacia atrás para ver si el niño iba bien y su cara se volvía más tensa.
Al llegar a BuKa, el papá con un hermano nos estaban esperando. Los portables en África nos han facilitado mucho la vida. La madre se fue en la moto al pueblo. El papá, el catequista de Buka y yo nos fuimos en el coche y llegar no fue fácil, pues el coche es el hace práctica-mente el camino
Allí esperaba la comunidad. Ni una palabra, ni una lágrima, ni un grito: SILENCIO. Un silencio difícil de soportar. Así las alegrías se convierte facilmente en penas.
Compte bancari de la
Caixa d’Enginyers: 3025 0001 17 1433406833 –Fundació Pere
Claver-
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